miércoles, 19 de octubre de 2011

Esto es una prueba con la nueva tecnología

Estaré de regreso muy pronto con sorpresas dignas de este blog.

Saludos

JA

jueves, 7 de abril de 2011

No tan adicta...


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Sonora abrió lentamente la cortina de la habitación que la contenía, la atmósfera de calma y silencio se desquebrajo de tajo por una penetrante línea de luz; en una especie de danza fantasmal y casi deslizándose sobre esa ranura divisoria de polvo y paz, logró verse a sí misma, ligera y cautivada, para solo comprender que en esta ocasión no necesitaría dar un solo paso para posarse en donde quería estar; por fin, después de tantas batallas había vuelto a su reino. Observó casi deslumbrada por ese grito ensordecedor de luz y de inmediato se estremeció al tener la sensación de ver morir agónico su reflejo sobre el espejo de la habitación. La línea estaba trazada, el camino, su camino, no tenía retorno; comprendió que no lo necesitaría, mientras, veía como su cuerpo se diluía gota a gota por la porcelana fría del lavabo que tenía ante sí. Levantó la mirada y en ese preciso instante tras ver sobre su afilado y blanco hombro el lúcido fulgor de un cuerpo femenino desabotonarse lentamente la moral; tuvo lo que los alcohólicos suelen llamar su último momento de claridad; vio, cómo algo casi inexistente la figura angelical de su pequeño Emiliano, lleno de luminosidad, acariciándole de manera sobrecogedora las ganas de vivir solo para él; siempre aprendiendo a vivir de ella y de nadie más.

Poco a poco, sobre su piel, sintió el recuerdo del tacto de Emil, contundente y delicado, recordó esos ojos marrón a ratos displicentes a ratos cautivadores, se revolcó en esa eterna sonrisa chueca que ahora no hacía sino lijarle lentamente las ganas que crecían devastadoras e irracionales, envistiendo como tsunamis su bendito cuerpo de diosa, sus apetitos más voraces, sus necesidades más primigenias y comprendió, solo en ese instante, que todo lo que había sido justo ahí, en ese momento perdido en el tiempo se terminaba por diluir en esas últimas gotas transpiradas que inexorablemente explotaban sobre la fría porcelana del lavabo, solo así se descubrió completamente dispuesta, ansiosa, palpitante. Quiso penetrar las pupilas de ese cuerpo difuso que se perdía tras su hombro de princesa, entonces respiró, y lo hizo sólo como quién sabe que esa inhalación no es más que el último aliento de calma extinguiéndose ante la inminente tormenta que se avecina, fue casi eterno. No hizo más que contemplarse detenidamente, exhaustivamente, poro a poro; saber que la dilución sobre el lavabo no era más que la necesidad de ser otra, de cambiar de piel, de desintoxicarse de aquello que no volvería a ser, que se negaba a ser. Sólo así tomó de su dedo lo último que le desprendería de su conciencia y la entregaría dispuesta, total a su necesidad, lo miró de reojo y lo metió en la bolsa trasera del pantalón untado Dolce & Gabbana que comenzaba a fugarse sinfónicamente de su cadera.

Qué te voy a dar mi vida, cómo lo vas a querer muñeca?



Susurró casi delirante la voz rasposa del cuerpo desnudo que le incendiaba la deliciosamente la espalda y le calcinaba el oído?

No respondió, no quería hacerlo.


No te escucho perra.


Flotó sobre el cañón que ya había creado el abrupto de luz, la atmósfera de polvo y calma se partió de nueva cuenta en dos, el cuerpo se le erizó al darse cuenta del frío que había dejado en su espalda el pecho de su deliciosa compañía, cerró las persianas y solo así entonces, entrecortada sonó la voz raposa del ansia…

                                                                                                                 …para nunca regresar.