lunes, 5 de abril de 2010

Trágicamente Perfecto

Yo no lo he querido de ésta manera, sin embargo, así se ha dado, éstas líneas contienen en su esencia una tonalidad gris, casi azulada; el momento, por supuesto que lo amerita, no todos los días se confabulan los elementos que conforman tu rededor para mostrarte el lado frío que tiene la vida. Hoy, tal ves estos enunciados se conjuguen en un tiempo nunca antes visto, para crear una perfecta idea que nos indique cómo fue esa mañana en la que el sol añoró nunca haber resplandecido tras haber descubierto la clase de seres a los que estaba condenado a alumbrar por la eternidad, o puede ser, incluso, como la tarde en que la lluvia saboreo por primera vez el asfalto de la ciudad y se le antojó vomitar hasta consumirse, quizá, no lo sé, será como el momento en que el niño advierte que su infancia muere al comprender que él sigue un irremediable paso hacia el mismo destino.

Te has preguntado ¿a qué huele la lluvia cuando se pierde en solitario, tras la ventana de tú apartamento si tu no estás?, ¿de qué color es la oscuridad cuando es violada por un relámpago que desgarra sus ropas, tus visiones y tus pensamientos?, o mejor aún, ¿a qué te sabe la nostalgia cuando la bebes del reflejo de la copa de una tormenta casi tan perfecta que te baña los deseos de permanecer ahí, sentado bajo ella y sus innumerables recuerdos?

Creo que yo sé a que sabe todo eso, en éstas últimas tardes lo he sabido, y no lo había creído, y lo que es peor; ésta tarde sigo sin creer lo que he presenciado, pero así es; sabe a carmesí, a soberano carmesí, tal y cómo lo imaginó de manera violenta y lo ejecutó de magistral y sutil forma el maestro Robert Fripp, en un atardecer tan igual a estos últimos, que han sido la repetición perfecta de aquella, perdida en el incansable tiempo, cuando el Rey Carmesí, dictó los idilios de su desesperación, todo por reinar en un mundo que no le merecía.

La analogía es increíblemente loca, la historia sale de mi mente, se dispara en todas direcciones; no es más Pink Floyd en ésta ocasión, o Dover, o Human Drama, o Joy Divison, no es The Wall, no es Deep Purple que escupe los instintos asesinos de Jimena, no es la obra maestra Everloving de Moby que me abofetea el rostro exigiéndome su propia historia; no es nada de eso, no lo es. Solo es la pequeña historia de esa tarde cuando llovió como nunca en la nostalgia de siempre de ésta ciudad.

El Rey Carmesí suena en la atmósfera de veinte millones de habitantes, nadie lo sabe, nadie lo comprende, en una tarde donde el sol de julio se encierra tras la lluvia que se precipita de forma brutal y cegadora mientras 21st century schizoid man se desploma con la fuerza de un diluvio en las calles de ésta ciudad; la visión es casi nula, se pierde tras la última línea que traza tú efímero aliento a medio metro de distancia, el cielo se cae, golpea y lastima la efímera silueta del esquizofrénico hombre del siglo veintiuno que se desploma en si mismo, como la caricatura de fragilidad y dependencia que es.

Su último aliento, exhala, casi lastimero cuando Epitah se derrama y se dispersa en el aire como una bruma asfixiante, ya no hay nada más, comprende su irreversible paso hacia su destino, imagina que grita y en silencio se cuartea, pero no lo suficiente, la confusión será su epitafio y tal vez se será un crepúsculo que el siempre llorará; la tarde lentamente se descuelga del firmamento, la oscuridad que poco a poco lo envuelve, le humedece y congela aún más las lagrimas, teme no poder desprenderse, volar con su aliento y terminar arrastrándose por una vereda rota y torcida.

El eje central ha quedado empapado, y aún así, los excesos de la tempestad se escapan atormentados y se filtran a ese submundo que habita bajo la ciudad, las coladeras, ahora se alimentan de la ira de un cielo que aún no ha logrado perdonarnos, comprendo mirando al horizonte que alguien se ha quedado sin hogar ésta noche, las luces del crepúsculo iluminan y acusan la huída del atardecer, mientras, las primeras pisadas empiezan a reflejar el paso de los hombres, distantes y seguros, efímeros y omnipresentes, dirección, hacia cualquier parte, eso ya no importa, nunca ha importado. Poco a poco la frágil vida toma fuerza para continuar. De un viejo gramófono que yace en el centro de la gran plancha del centro histórico, sale casi espectral Starless, tan fría y melancólica como el aire que esa noche huele y se enferma del perfume de cansancio que se ha puesto la ciudad, a piel mojada, sueños empapados, risas ahogadas y esperanzas inundadas.

Aquí no hablamos de ninguna mente retorcida, hablamos de una idea llevada hasta sus últimas consecuencias, y que ha decir verdad Robert Fripp ha encausado de manera magistral, King Crimson se desenvuelve mejor de la casi esquizofrenia hasta la mieles de unos sonidos tan jazzescos que invitan a nunca salir de ellos. Una idea que estableció el sonido del rock progresivo, de la década de los setentas. Soledad, amor por la soledad y fascinación por la expresión sombría, abismal, desgarradora, que parece de un momento a otro evaporarse en una flauta enigmática, púrpura y llena de luz, luz que resplandece su propia corte y que se desquebraja al no poder soportar el peso que la nostalgia en las notas llenas de silencio que no tocará más; así suena “In the Court of the Crimson King”. Experimentación, sueños y alcances, sólo hay que imaginar las mil y una etapas que existen de la esquizofrenia a lo confortable, de la imaginación a la realidad, y todo el universo que han imaginado es una realidad, que se escucha y se saborea de manera mucho mejor cuando en las afueras de tu cuerpo caen la gotas del Sleepless The Concise King Crimson y te consumen la piel.

No sé si algún día volveré a caminar bajo las mismas circunstancias sobre esas calles de la Ciudad de México; la calle de madero jamás me parecerá tan hermosa he interminable como esa noche, solitario, absorto, creo que ahora entiendo bien al buen amigo Soler, y sé que yo no puedo decir que fue la mejor entrevista de mi vida; tan sólo podría mencionar que el centro histórico nunca más me volverá a parecer el mismo, no después de haberlo compartido con el alma y líder de King Crimson, con la reencarnación de aquel legendario Rey Carmesí, con el solitario maestro Robert Fripp, que se hundía en mi cabeza, mientras mi cuerpo se derramaba esa tarde húmeda sobre el asfalto.