miércoles, 27 de enero de 2010

La cajita de velas mágicas

La vida siempre te da una segunda oportunidad, de la cual, todos debemos de estar eternamente agradecidos, cada uno de nosotros, tenemos ese punto en nuestra vida, algunos lo aprovechan, otros ni siquiera lo ven pasar. Pero éste último no fue el caso de la estrella del pop Madonna. Cabe advertir que realmente no pretendo escribir de su faceta iluminada de madre abnegada, ni mucho menos, ni siquiera del bendito libro SEX que a bien tuvo en crear, sino más bien, quiero hacer hincapié con MAYÚSCULAS, sobre la oportunidad que la vida le otorgó; la cual le dio la ocurrencia de aportar algo realmente bueno y diferente, y, ésta, se dió, el día en que decidió contribuirle con un mucho de calidad a ese mundo de la música que tanto le ha dado.

Bien, pues a principios de la década de los noventas, se dio a la tarea de conformar un sello discográfico, al cual, claramente ella no pertenece (aunque se aferra a salir últimamente en el), tal vez sea por que no tiene cabida allí. Bueno, pues en esa pequeña galaxia de lucidez artística que decidió crear y la cual se conoce como Maverick Rercording Company, la cual tiene su centro en el número 8000 del boulevard Beverly, en Los Ángeles, California; existen pequeños mundos completamente opuestos, antitéticos, y sin embargo con dos cosas similares; la primera es, el espacio que los contiene, Maverick, por supuesto; y la segunda y la más importante es, la finura interpretativa y musical que cada uno de estos mundos tiene es sí. No es una casualidad que sus grupos y cantantes como Alanis Moristte, Prodigy, Deftones, William Orbit, Michelle Branch, o Paul Oakenfold sean hoy en día ya productos que se venden solos, sin necesidad de una gran trasnacional, su calidad verdaderamente no las necesita. Madonna lo sabe, y lo reconoce al no hacer pucheros en el mismo momento en que ha recibido rotundas negativas de algunos integrantes de estas bandas a los cuales les ha pedido encarecidamente que participen en la producción de sus últimos trabajos; la calidad es la calidad ¿no? y no se mezcla, se purifica.

Diferentes situaciones me han puesto en el camino de la música, y aunque creo que no tengo la capacidad para crearla (y la neta es porque todavía no lo he intentado), creo poseer la sensibilidad necesaria, para disfrutarla, tal y como ocurrió la semana pasada. No tienen de que preocuparse, seguramente y es un compromiso que hago en éste momento, tendré por obligación que fotografiar a cada una de la joyitas que el Maverick de Madonna y otros sellos independientes contiene en su cuerpo, tal y como lo hice para escribir estas líneas, y vaticino niños, niñas, que será un placer, un verdadero placer.

Hace alrededor de nueve u ocho años me encontré una extraña caja con velas en su interior, once para ser preciso; una caja que ya se me ha extraviado en dos ocasiones, pero que ha regresado en diferentes etapas de mi vida, y que tras algunos años de notable ausencia hace unas semanas tuve la fortuna de volver a adquirir. Y es realmente extraño y deliciosamente mágico el encontrar que ciertos elementos en la manufactura de estas velas, quiero decir que no son normales, porque cada vez que las utilizo, a parte de que nunca se consumen, iluminan de manera diferente la banda sonora de mi vida. De hecho puedo decir que son tonos bluseros, alternativos y rocanroleros.

La historia de la aparición de la caja, parecería a primera vista como algo normal y sin chiste, su fábula parece sencilla, pero debo aclarar que su tiempo, y el entorno en el cual apareció por su puesto que no lo fue; Candlebox, conformado por cuatro músicos originarios del este de Seatle, surgió en el momento en que el Nervermind de nirvana se había convertido ya en un clásico alternativo, como si esto fuera poco; en un momento, donde el sonido exportado desde Seattle, gobernaba el universo del movimiento Grunge, y donde su máximos exponentes no eran sino Pearl Jam, Alice in Chains, Soundgarden y los Stone Temple Pilots; en un tiempo donde MTv comenzaba a exportarnos madre y media, y se expandía como un moustro de ocho cabezas hacia Latinoamérica; en un tiempo determinado donde la música empezaba a ramificarse en innumerables expresiones, algunas vanguardistas y otras asquerosas; donde U2, Guns & Roses y Metallica habían creado sus obras maestras (Achtung Baby, Use Your Illusuion I & II y the Black album, respectivamente) y eran los dioses absolutos del universo musical. Ahí, en ese preciso momento, cuatro sujetos crearon una caja, tan poderosa como la de Pandora, y sin embargo, tan exquisita, tan fascinante, que pudo fragmentar esa sólida capa donde los dioses musicales se protegían, para colarse e ir creciendo poco a poco como los creadores de uno de los mejores discos, y con mayor peso en la escena del rock alternativo en la historia, el homónimo Candlebox, de 1993.

Once cortes que distan entre sí, y sin embargo, de una manufactura desquiciantemente perfecta, que crean consumadamente el orden del caos, bajo la producción de Kelly Gray, te transportan a una especie de perfecto letargo; que comienza justo en el momento en que tú CD comienza a desnudarse sobre el láser, aparece Don’t You, que te escupe de manera dura que estás a punto de presenciar que éste trabajo no sonará a lo mismo que estás acostumbrado a escuchar; inmediatamente después, se derrama Change, y tal cual, comprendes que la caja contiene velas diferentes, cambiantes, con luz y vida propia; You, aparece lentamente y entonces te explota en las sensaciones el bizarro dolor que Kevin plasma como lo grandes. Altamente recomendable es desprenderse de toda la luz que en exceso no necesitas a tu rededor, dejando que Candlebox ilumine todo lo que tenga que iluminar, así, quietecito, dispuesto, expectante, con ganas de saborear lo que la Madonna te ofrece; No Sense, te redacta una infinidad de sensaciones encontradas y deliciosas, después, nada, miras en la oscuridad y nada, solo es Far Behind, y no es la clásica balada, no no no, es algo que se colapsa en la sensibilidad del desamor con el que te levantas cada mañana y la efímera esperanza de encontrarlo que muere con la inevitable puesta del día; no hay de otra, estás escuchando una verdadera joyita, con idea, sentimiento y coraje. Poco después de la desesperación del track cinco, “Blosson”, se descuelga en la atmósfera de tu habitación, por que no hay como disfrutar esta lindura en la intimidad de tu habitación; y justo cuando parece que entraras en una especie de letargo se te clava en la tranquilidad “Arrows”, y en ese momento las sensaciones que se te han disparado nunca más bajarán, porque cuando escuche los primeros acordes en la ventana de tu desolación te escupen directamente a la cara con “Rain”, que vuelve a la esencia de ese blues quita penas y saca ganas, que nunca debe de faltar en un buen disco; sabrás que no has desperdiciado ni un solo segundo de tu vida en iluminarte con tan maravillosa luz.

Hay quien piensa que sentarse a escuchar un disco completamente, son instantes de tu vida perdidos, que nunca regresarán y que has desperdiciado como un imbécil ¡que pena me dan!, tengo que decirles que si mi vida estuviera a punto de finalizar, sabiamente en mis últimos momentos agradecería despedirme escuchando una chingonería como ésta, muchos discos como el que ahorita estoy escuchando, Dios bendiga a estos chamacones.

Frente a este clásico ya, los grandes tuvieron que voltear y reconocer, reconocer que estos niños traían nada más que puro talento.

Candlebox en su opera prima si suena a algo, rico pero brutal, extraño pero acogedor, fuerte pero sutil, es como esa grosería que te gusta escuchar una y otra vez, sucia y prohibida, pero que te llena a la perfección. Kevin Martin en las vocales, Peter Klett en la guitarra, Bardi Martin en el bajo y Scott Mercado en la batería; cuatro magos que juegan con la luz que desprende cada una de las velas que contiene su caja, la primer caja de su trilogía (Candlebox, Lucy y Happy Pills). Madonna lo sabía y acertó, su sello contendría en la sangre la música que ella no es capaz de crear, ni siquiera de imaginar. Bien señora siga por ese camino delicioso de presentarnos grupos que realmente modifican el estatus de hacedores de sonidos, por el de creadores de música y pronto empezará a caernos mejor.

Muchos grupos apasionados como estos, que no necesitaron nunca demostrarle nada a nadie, que no requirieron de grandes moustros trasnacionales para darse a conocer, con discos como ésta chingonería, simplemente no las necesitan, y la neta, es que nosotros sí los necesitamos.