¿Qué tan conectado puedes estar con otra persona en algún momento de tu vida?
En ocasiones muy frecuentes me es dado responderme que no puede existir tal conexión, y menos cuando tu conexión dista en demasía, primero que nada, de hablar tu mismo lenguaje, y por si esto fuese poco, habita a miles de kilómetros de distancia, no tiene la más mínima idea de que existes, tal vez, de que la región donde tú habitas existe, y número cinco, por si todo esto no fuese suficiente, no le interesa en lo más mínimo; osea le vale reverenda madre lo que suceda en tu particular universillo de miércoles. Bien, pues con todas estas disyuntivas, que vaya si son limitantes, hoy sé que aún así, si se puede dar.
Por lo tanto, para dar inicio a todo este asunto, habría que formularnos la pregunta siguiente ¿qué diablos tienen en común, “El club de la Salamandra” y “OVO The Millennium Show”?, quien no conoce los dos proyectos, no tiene la más mínima idea de que es todo éste embrollo, lastima mis chavos; el primero, es concepción de un autor de origen mexicano; el segundo, solamente puede ser de manufactura completamente inglesa.
El joven maestrazo Jaime Alfonso Sandoval, que es originario de San Luis Potosí, a sus treinta años de edad, no es más que un aferrado cineasta de profesión, con altas tendencias de escritor por pura necesidad. Su proyecto denominado “El club de la salamandra” sólo es esa gran película mexicana que necesitamos, diferente, atrevida, que rompa con lo establecido, y que como ya es una tradición en nuestro país “shit”, ha tenido que ser proyectada en las sabias paginas de un libro, el cual, por cierto, ganó de manera más que contundente el premio “Gran angular”; convocado por Ediciones SM y el Consejo Nacional Para la Cultura y las Artes.
Tómenla mothersfuckers productores de cinematógrafo.
Por el otro lado; “OVO, The Millennium Show”, es lo opuesto pero lo mismo; cuenta con una gran infraestructura, digna del país de origen, a la vanguardia de la tecnología. Claro en el primer mundo si que saben reconocer el talento cuando lo ven, no como aquí
o-je-tes.
En éste proyecto, se confabulan todos los elementos dignos de una gran superproducción, el primer gran espectáculo multimedia, ejecutado magistralmente por la audaz mente de Mark Fisher y, absolutamente, al igual que a “El club de la Salamandra”, a “OVO, The Millennium Show” no le sobra ni le falta nada... nada. Entonces, como iba a faltarle algún elemento si fue concebido tan solo por uno de los más grandes e innovadores músicos que hoy tenemos en este globo achatado en sus polos, “OVO, The Millennium Show”, es el penúltimo proyecto; el más creativo y menos comprendido del maestro (me pongo de pie) San Peter Gabriel.
Entonces, aquí comienza la primer conexión invisible que se entrelaza entre estos dos mundos opuestos. La incomprensión; de una visión del mundo completamente inversa, antitésica, dirán otros, absurda dirían unos más. Ahora, le agregamos el siguiente elemento; fueron manufacturadas en espacios cronológicos casi idénticos y por si esto fuese mínimo; a miles de kilómetros de distancia.
Si y solo si, nos queda una idea casi clara de que dos personas pueden tener la misma visión de un sueño y ejecutarla casi de la mano. Alguna vez lo leí, y me pareció que la visión de la última de las malditas vacas sagradas de la pocamadre literatura de terror H.P. Lovecraft en su singular “Llamada de Cgthulu” era algo completamente delicioso; puesto que aún recuerdo los sueños de ese joven Wilcox y me estremezco nada más de pensar que tiempo después una movida semejante se ha dado bajo mis oídos. Hoy sé que si es posible.
Pero ¿qué es lo que hace a éstas dos obras una misma?
Sólo es la interpretación del mismo sueño, la idea clara de lo que aflige a éste mundo, su inexorable destino y su incapacidad para evitarlo, claro, todo bajo la concepción de un único elemento; un huevo. En efecto mi querido y preciable lector usted leyó correctamente, un huevo; esperanzador, mágico, sin embargo, también lo es enigmático y devastador; la vida que comienza y finaliza a partir de un huevo, un espacio que se crea, un mundo que termina, música que nace en un cosmos; esperanzas que se desquebrajan en el mismo universo; todo bajo la sombra que un huevo puede proyectar. Tal vez Peter Gabriel soñó con las imágenes trágicas, mágicas, enigmáticas que Jaime Alfonso Sandoval comenzaba a proyectar sobre hojas en blanco a miles de kilómetros de distancia y decidió sonorizarlas, y crearles una historia más optimista; otra historia, una fábula llena de ilusión, de anhelos, de esperanza. O quizá, Jaime Alfonso Sandoval oníricamente contempló en la exquisitez interpretativa del maestro Peter Gabriel, la atmósfera idónea para aterrizar a sus criaturas mitológicas y quimeras voladoras. La neta parece extraño, lo sé, maybe, es un sueño que decidió ser soñado por dos mentes espectrales y opuestas, pero capaces de crear de él, algo nunca antes visualizado, ni escuchado, dos visiones que contienen las tonalidades de la juventud aventurera de alguien que quiere forjarse sus propias reglas, donde el mundo sea su hogar, y todos sus misterios sean la terapia ocupacional que lo mantendrán vivo. Y para esto, deberá aniquilar al ser que habita dentro de ese increíble huevo de vida que es la tierra, esa es la sagrada misión que los anticientíficos se han encomendado. Es la gran aventura que el club de la salamandra se ha endosado, para salvar a la humanidad; no cabe la menor duda de que Julio Verne es distinguidamente homenajeado bajo la pluma de Jaime Alfonso Sandoval.
En la otra concepción del sueño, emerge la basta experiencia que le han dado los infinitos años al maestro Peter Gabriel, interpretando el mismo sueño, de manera diferente; como la única oportunidad que tiene la vida para salvarse; tres generaciones en tres épocas distintas, tres visiones de un mundo que los rodea, una familia en transición, dividida por el conflicto interno de afrontar los cambios que los envuelven; la esperanza que se ve casi aniquilada hasta el nacimiento de OVO (huevo) quien será el salvador de esa tierra profética que tanto anhelamos. No existe en la discografía Gabrieleana algo más delicado y perrón que lo que contiene ese disco compacto. Tenemos ante los oídos la experiencia y la innovación en un mismo acorde. La historia de una vida y de una ilusión perfectamente sonorizada.
La ovología está de manteles largos, ¡malditos suertudos!; dos mentes la han sacado del armario y la han puesto a girar sobre una de sus ovaladas puntas; gira y se cobija con su propia luz, con su propia fuerza, orgullosa y solemne; ahora puede contar en su haber con dos interpretaciones de su sueño que detallan su historia, dos visiones que emergen totales para darle un lugar en el universo de lo real pero inimaginable, de lo conocido pero nunca antes visto, de realidades y fantasías. La conexión debe de ser real, tiene que serlo y debe de surgir así, distante, entre susurros, para ser descubierta tal vez por un tercero que lo descifra por mera casualidad y que se da cuenta de ese pequeño error del universo.
Y he aquí, dos expresiones que se conectan en la incomprensión de su existencia, donde cada una girará en torno a sí misma, eterna y envidiosa, y tal vez nunca lleguen a saber de su dualidad al otro lado del océano.
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