lunes, 15 de febrero de 2010

Por cualquier cosa II

En el diccionario usual “Larousse”, la definición de nostalgia es exquisitamente sencilla y trágica: “Nostalgia f. Pena de verse ausente de personas o cosas queridas: nostalgia de la patria.// Sentimiento de pena causado por el recuerdo de un bien perdido”.

Diáfana y objetiva, seguramente en un diccionario con mayor jerarquía encontraremos una definición aún más dominante y porque no; trágica. Sin embargo, lejos de un diccionario, cualquiera que sea la casa editora de este, la vida misma, momento a momento, suele darnos una y otra vez la misma definición de esa característica del frágil lado humano; que sin ligar a duda nos hace notablemente susceptibles a ciertos estados de ánimo.

La nostalgia pulula en el medio ambiente, nos satura la atmósfera; esto, supongo que se debe a nuestra incapacidad de deshacernos de los recuerdos (desapego) que nos amilanan las ganas de vivir una vida alegre y sin muchos problemas emocionales. Aunque creo que llamarlo incapacidad tal vez podría sonar un tanto cruel y algunos humanistas pensarían que esa sensación es un elemento más (intrínseco), que nos da una característica única y que nos hace discrepar de las bestias (aunque a veces nos comportemos como una copia fiel a ellas).

Nostalgia, en el sentido objetivo de las cosas es solamente una palabra; sencilla o complicada (eso depende de nuestra naturaleza), nueve malditas letras, pero eso sí, con un significado increíble. Y es que a lo largo de nuestra existencia se ha convertido evolutivamente en un móvil bastante poderoso, en el diario accionar de nuestra vida, nuestro entorno suda nostalgia; o acaso, ¿no lo percibimos así?; imaginemos un momento:

¿Qué habría sido de la orgullosa Susana si la nostalgia de su extinto macho mexicano (Eligio) no la hubiese traído de vuelta a casa después de haber revolcado sus necesidades en las ciudades desiertas de José Agustín?. Seguramente se habría extinguido en la incomprensión de vivir una realidad que no podía completar.

De igual manera, por citar otro juego nostálgico más; fue la melancolía (nostalgia aguda) y sólo ella, la que invadió una mañana la habitación de Salvador Dalí, para someterlo en un estado de animo del cual, se desprendió su necesidad de volver a esa mancuerna sobresaliente con Luis Buñuel (Un Perro andaluz); para tratar después de volver a sorprender al mundo la idea de  un “cine táctil”, que desgraciadamente nunca cuajó, debido a que Buñuel jamás le perdonó su traición.

Para darnos cuenta de que tan importante en nuestra vida ha sido ese sentimiento, sólo basta con mirarnos al espejo, y comprender que mucho de lo que somos, en algunos casos, es una derivación de un momento de nostalgia. Pero, si logramos comprenderlo entonces ¿Qué tanto somos capaces de cambiar o sacrificar por ello? Porque talvez ya tengas en mente una idea de vivir, o más aún, ya ejecutes magistralmente una forma de vivir basada en esos recuerdos. No lo sé, sin embargo, los patrones que se repiten sin cesar de una o otra manera en esos pequeños detalles vivenciales que te levantan el ánimo hasta el infinito o en contraparte te llenan el estomago de un vácio sepultral me indican que lamentablemente así es.

Bien, porque cuando tomas cada una de tus decisiones, la vida, te entrega en una diminuta bolsita algo que se siente, huele y sabe a pasado. Y esto, tal vez sea una extraña forma de redimir, primeramente en el alma y tal vez después en lo palpable, el alto costo de tus decisiones. Por ejemplo, la distancia que optas por poner entre tu y el mundo que pretendes dejar atrás, cuando la haces abismal, siempre te llevas en la maleta, empacada inconscientemente, un poco necesidad, anhelo y melancolía (el recuerdo de todo aquello que mueres por olvidar); y esto, sólo para hacerte más dolorosa la estancia en un lugar donde no tienen cabida los recuerdos. Porque precisamente de eso te has vuelto un fugitivo ¿no? Cuando finalmente Carlos Gardel comprendió que aquella lejana tierra suya lo reclamaba, voló a su encuentro y halló la muerte, con la necesidad de su Buenos Aires querido impregnado de nostalgia en lo más recóndito de sus células.

Y mientras la cabeza se me nubla lentamente por causa de una nostalgitis aguda (estado mental poco racional), y comienzas a sentirte confortabilísimamente susceptible; suena en la estancia, Peter Murphy, el señor de los vampiros, y entonces comprendo que su más doloroso recuerdo, es ahora, su más grande éxito, “Cuts You up” es una sencilla sonorización de ese recuerdo hermoso de la primera mañana (que nunca superó) en la que uno se despierta cubierto con la piel de sus más exquisitas pasiones, justo cuando la luz del amanecer se filtra por las persianas y descansa sobre el cuerpo de la mujer de su vida. Una botella vacía de vino, un disco que se recicla en los oídos inagotablemente y la sensación de no querer despertar de un sueño que comenzó apenas hacia la media noche y que está condenado a extinguirse cuando el sol corone su mundo y se dé cuenta que ya nunca más estará ahí, y que vivirá a través de su recuerdo por los siglos de los siglos.

Acaso te has preguntado ¿a qué huele la nostalgia, a qué sabe, cómo suena y cómo se viste?
 
Subjetivamente siempre sabrá, olerá, sonará y se vestirá de diferente manera; nunca será del mismo estilo. No somos iguales. Para mi, tal vez sonará a algo así como el grito desesperado que hace Pink Floyd, por la increpante necesidad de tener una vez más en su mundo a esa parte que se ha ido y que saben nunca volverá, entonces, “Wish You Were Here” obtiene otro significado, ya no es más la canción dedicada a Syd Barret, nunca más; porque ahora, se desliza suavemente por la piel de mi nostalgia, de mis necesidades y le da, hoy, un sonido diferente; suena a nuestra intensa necesidad de preguntarnos por qué la vida se ha llevado de esa manera las pequeñas cosas que nos revolcaban en un punto y aparte del mundo sin sabor y sin sentido?.

La nostalgia, es el recuerdo de ese sabor de boca agridulce que nunca más volverás a tener; o es tal vez esa depresión por algo que nunca más volverá a ser igual, incluso puedes ser el gato que nunca volverá a ronronear cerca de tu oído; es esa navidad que se evapora cada año y que nunca regresará con esa fuerza sobrenatural como solías vivirla muchos años atrás; es como la fragancia que despide el cuerpo junto al cual reposas ahora y que te hace recordar el que ya nunca más estará; es el anhelo por algo que no supiste retener, por algo que te costó trabajo entender y que hoy llegado ese día, ya no le vales la pena.

La nostalgia se siente, por qué no? a algo así como a Michael Scott y sus Waterboys en “The Whole Of The Moon”, o quizá, no sé, a los Immaculate Fools en “Got Me By The Heart” tal vez, o igual, tan solo es ese silencio que me platica que las cosas ya no están más aquí.

Qué es lo que recuerdas realmente cuando aún con la nostalgia no puedes ver su aliento más?

Cuando tu ser se enfría con el recuerdo de su cuerpo ardiendo?

Tendría que entender entonces que mi nostalgia solo es que he dejado de percibir en el aire el perfume que la presencia de las cosas, sujetos o lugares han dejado tras de si. Para dar paso simplemente a el dulce pero cruel aroma de sus ausencias.

Bien, pues entonces, objetivamente la nostalgia es una simple pero contundente definición plasmada en cualquier diccionario (lo cual es inobjetable); pero sabemos muy en el fondo, que es una enfermedad, si es cierto, y tal vez sea aun más doloroso entender que es nuestra incapacidad de superar el pasado; que en algunos casos es fulminante, en otros menos severos, sólo humedece nuestra vida una equis tarde en equis día de nuestra vida. Pero si aún así no me crees que a todos nos afecta, anda, mírate al espejo y observa casi pasmado lo que ha hecho de ti, y te lo juro, no lo creerás.

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